Concepción cosmogónica del lago Atitlán
Para los pueblos mayas, tanto tzutujiles como Kaqchikeles asentados en la cuenca de Atitlán, el lago representa más que un cuerpo de agua del cual abastecerse del líquido; en su cosmovisión, el lago es concebido como un ente vivo, un lugar sagrado, como el pozo de la princesa Ixquic “nuestra madre”, quien de alguna manera moldeó la geografía del lago. Al respecto, Don Santos relata el origen del lago.
Este relato es parte de un discurso fundante, que nos remonta a los tiempos primigenios, a la creación del mundo como lo conciben los pueblos mayas de la cuenca y es importante retomarlo porque en él subyace un texto fundante, la asociación del lago con Nuestra madre.
Las culturas ancestrales mayas consideran a diferentes elementos del entorno entidades anímicas territoriales con las que el ser humano interacciona en una relación constante de reciprocidad. Mediante la realización de rituales y se pide a los dueños, señores o padres del lugar la lluvia, buenas cosechas, salud, etc.
El lago de Atitlán se puede considerar como un lugar sagrado dentro del territorio maya, dotado de entidades anímicas, como es “nuestra madre”, por lo tanto, los pobladores parten de una relación con el lago de respeto, no lo ven como un atractivo turístico o una fuente de ingresos, sino como una entidad sagrada.
La memoria de la cultura implica una serie de mecanismos de conservación y transmisión de textos, los cuales pueden conservarse y ser actualizados (Lotman, 1996: 109). Ejemplo de esto surge en la entrevista con Diego Ixtamer, un artista visual tzutujil, quien nos comenta:
De esta manera, en la memoria de la cultura maya de la cuenca del Lago de Atitlán se conserva y transmite este texto de generación en generación, y se actualiza en una gran diversidad de prácticas semiótico-discursivas.
Se recuperan de la memoria de la cultura textos en torno al agua y al territorio, los cuales se actualizan en las prácticas política, cotidiana, ritual, etc., haciendo parte de la formación semiótico-discursiva de la lucha de resistencia.
Esto se ve en la Declaratoria que hicieron en octubre de 2019 la Alianza de Autoridades Ancestrales del departamento de Sololá Ajpop Tinamit Oxlajuj Imox, en coordinación con la Asamblea de los Pueblos, Agua, Vida y Territorio, y representantes de pueblos originarios y mestizos de varios departamentos/estados del país (Quetzaltenango, Totonicapán, Quiché, Retalhuleu, Suchitepéquez, San Marcos, Sololá, Guatemala, Huehuetenango) en la que declaran:
- Al agua como un ser vivo debido a que no existe manifestación de vida en la tierra que no necesite agua.
- Al agua como elemento sagrado, fuente de vida y derecho colectivo.
- Que todas las personas como seres vivos tenemos derecho al agua, pero sin fines comerciales.
- Los lugares sagrados se deben respetar y no es permitido profanar por intereses económicos.
- “Atit’ Tlán” (Abuela Lago), un ser vivo, sagrado y sujeto de derecho colectivo (Duprat, 2019).
En este extracto de la Declaratoria, además de ratificar el carácter sagrado del Lago subjetivándolo como Abuela Lago, me parece sumamente relevante el hecho de que, en un ejercicio de comunalidad, las Alcaldías Indígenas posicionan al Lago como ser vivo, sujeto de derecho colectivo, lo cual conlleva una serie de implicaciones que parten de la construcción territorial comunitaria para resonar en aspectos jurídicos, como se dio en Bolivia con la aprobación de la Ley de Derechos de la Madre Tierra.
También es interesante que aquí encontramos otra denominación del lago, “Atit’ Tlán” que, si bien les refiere a la misma figura de Abuela Lago, contiene el sufijo Tlán, que en náhuatl significa “lugar de”. Esta conjugación del maya y el náhuatl da cuenta del proceso de conquista, sin embargo, el sentido del Lago como la abuela, como lugar de origen no se ha perdido, al contrario, sigue transmitiéndose en la memoria de la cultura y actualizándose.
En este tipo de prácticas semiótico-discursivas, que reconocen a la abuela Lago como centro cósmico, se entretejen las demandas y reivindicaciones culturales, políticas, ecológicas, sociales, etc. Y a su vez, marcan una diferencia con otras formas de vivir y concebir al Lago, con otros niveles de realidad sobre un mismo territorio-espacio, más encaminados a la explotación de la cuenca con fines económicos, que representan un sistema civilizatorio distinto al maya, con el cual entran en conflicto.